El Mercurio de Valparaíso publicó está carta al director de Soledad Garcés, Directora de la Fundación para la Convivencia Digital.
Los docentes han innovado en sus clases impulsados por la pandemia. En promedio, trabajan tres horas extras diarias cuando dan clases online o híbridas y el 91% asegura que usó nuevas metodologías. El problema es atribuir garantías de innovación a las tecnologías, sin contar con la evidencia científica de respaldo. Una cosa es innovar y otra es que realmente la forma en que hago mis clases sea efectiva.
Veo profesores que usan YouTube y aplicaciones interactivas y están lejos de lograr un aprendizaje efectivo en sus estudiantes. Existe un amplio consenso en atribuir un valor especial a la lectura, al debate basado en el pensamiento crítico, al trabajo colaborativo, al esfuerzo individual y la escritura. Las nuevas metodologías se refieren en iguales términos a tutorías basadas en inteligencia artificial y, a su vez, a un debate donde se enseña vocabulario, argumentación, búsqueda de información, oratoria, etc. ¿Cuál es más efectiva e innovadora? Ambas, pero no necesariamente tienen igual efectividad.
Dejemos de pensar que la educación debe innovar mediante la tecnología para mejorar sus resultados. Lo único que garantiza el éxito del aprendizaje es un docente con avanzados conocimientos efectivos para liderar su clase. No le demos a la tecnología un mérito que a veces no tiene y enfoquemos las políticas públicas en los actores más relevantes del proceso de aprendizaje: los profesores. Eso sería innovar.