Reprobamos en convivencia.
La epidemia del s. XXI pareciera ser la violencia en todas sus expresiones. La agresividad es la frustración acompañada con ira o rabia que surge cuando somos amenazados, activando en el cerebro la predisposición al estado de alerta.
Los seres humanos contamos con la agresividad como un mecanismo de defensa, lo que no implica que necesariamente seamos violentos.
Las conductas violentas surgen como una forma intencional de resolver conflictos de manera agresiva y son aprendidas o validadas de acuerdo los contextos en que vivimos. ¿Se aprende a ser violento? Así es. También se aprende a resolver los conflictos de manera pacífica, desde la familia y en la comunidad escolar, principalmente a través del ejemplo y mensajes no verbales.
¿Qué pasó entonces?
Como sociedad, hicimos de la convivencia escolar un patio trasero donde se acumularon los malos tratos, el dolor de sentirse excluido, el desapego y la falta de empatía. Nos faltó entender que la educación emocional es la asignatura que falta. Un ramo que se cursa de por vida. Podemos reprobarla, pese a tener buenas declaraciones de intención. No basta con un tuit o un comentario en redes sociales. Esta asignatura se aprueba con muestras de empatía. Hoy pareciera que estamos reprobados.