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Quitar las pantallas como castigo ¿es recomendable?

“Lo dejé sin ver TV por que no ordenó su pieza” o  Si no comes todo, no jugarás videojuegos”

En las familias, el castigo está muy arraigado como un método de crianza, sin considerar el daño que esta práctica implica en las relaciones familiares. Dado al uso que le dan los niños, niñas y adolescentes a las pantallas, resulta sencillo restringir su uso como medida de castigo, pero, ¿es esto una forma para lograr cambios de actitud en ellos?  

Cuando una niña hace algo equivocado, sus padres reaccionan con un castigo. Esto no es más que una acción dolorosa para la niña, cuyo objetivo es hacerle daño, de manera que  que la próxima vez, cuando tenga la tentación de repetir el error,  lo piense dos veces antes de hacerlo.  Este daño no tiene por qué ser físico, puede ser una privación de privilegios o de una actividad placentera que les guste. A veces puede ser improvisado o injusto, pero a pesar de esto, a veces se mantienen para resguardar la imagen de los padres.  ¿Cómo podemos reemplazar el castigo por métodos más efectivos? 

Si privar el uso de pantallas como castigo, no es algo de verdad formativo que permita a los hijos entender el impacto de sus errores, de nada sirve la medida adoptada. Antes de determinar sanciones, es mejor dar a conocer las consecuencias que acarrean nuestras propias acciones, para que tus hijo/as sepan cuáles son los límites que deben respetar.

Para establecerlas con lógica y de acuerdo a la edad y etapa de desarrollo de cada hijo, consideremos las 4Rs:

  1. Relacionadas con el hecho mismo: “si hubo desorden, debe ordenar”, “si no comió bien, deberá esperar a la próxima comida”, “ si excedió su tiempo en pantalla, pierde el turno que viene”  
  2. Respetuosas con los hijos(as): las consecuencias nunca deben exponer a los menores a riesgos innecesarios como dejarlos encerrados, solos o faltarles el respeto en público.
  3. Razonables de acuerdo a la falta cometida: hay errores más relevantes que otros, sin duda. 
  4. Reconocidas con anticipación: es recomendable establecer los límites y las consecuencias de las acciones siempre con anticipación y atendiendo al origen mismo del error… “si faltaste el respeto a mamá, debes enmendar ese error disculpándote”, “si te quedaste hasta tarde viendo TV y mentiste sobre esto, enmienda el error que es haber mentido y vuelve a ponerte límites para ver TV”   

Conversemos en familia sobre los límites y las consecuencias de los propios actos (positivas o negativas) y mirémoslo como una oportunidad para aprender de errores. Cuando los hijos se equivoquen, hagamos el ejercicio de revisar juntos sus errores, hacerles ver dónde está el daño causado para enmendarlo y asumir las consecuencias que sus actos conllevan. La coherencia y consistencia de las medidas disciplinarias asumidas en cada familia, son vitales para orientar la educación de los hijos. Cumplir con la palabra empeñada, evita perder autoridad, sin perjuicio que puedan darle otra oportunidad. 

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