Hace unos días, a la Fundación nos llegó la consulta de una madre que sentía que “el colegio no hace nada” para proteger a su hijo.
En este caso, ya existía un protocolo de acoso escolar en curso: se había aplicado al estudiante agresor la condicionalidad de matrícula como medida disciplinaria y un plan de trabajo como apoyo formativo. Sin embargo, el acoso continuaba: el compañero seguía hostigando y ridiculizando a su hijo frente a la clase.
¿Qué está fallando aquí?
Un protocolo de convivencia escolar no termina con la aplicación de una sanción o medida formativa. Debe incluir seguimiento para evaluar si esas acciones están dando resultado. Ese seguimiento debe ser claro, con responsables definidos, acciones concretas y plazos medibles.
Más allá de sancionar conductas, el rol del colegio es formar hábitos, enseñar comportamientos y desarrollar virtudes que sostengan cambios reales.
Responsabilidades que no siempre están claras
- ¿Sabe el profesor jefe que debe dar seguimiento al plan formativo del estudiante agresor?
- ¿Reconoce su rol en la reparación y resguardo de derechos del estudiante afectado?
Los protocolos de convivencia escolar son instrumentos de gestión obligatorios para abordar situaciones como vulneraciones de derecho, abuso sexual, presencia de drogas y casos de maltrato, acoso o violencia escolar. Incluyen acciones, responsables y plazos que deben cumplirse con precisión.
Sin embargo, en muchos colegios persiste la creencia de que estos temas son exclusivos del encargado de convivencia escolar, cuando en realidad involucran a toda la comunidad educativa.
El riesgo de no hacer seguimiento
Protocolos confusos, incompletos o mal ejecutados generan dificultades en su aplicación y riesgos legales para el establecimiento. Peor aún, dejan instalada en las familias la sensación de que “el colegio no hace nada”, afectando gravemente la confianza y el clima escolar.
La clave: ejecutar, dar seguimiento y cerrar
Un protocolo bien aplicado debe:
- Activarse frente a la situación de vulneración, abuso o violencia.
- Desarrollar todas las acciones y medidas establecidas.
- Realizar seguimiento constante para medir efectividad.
- Cerrarse formalmente cuando el problema esté resuelto.
El colegio debe ser —y parecer— un buen ejecutor de sus protocolos, garantizando la protección y sana convivencia escolar en todo momento.