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Llega el “temido” momento que madres y padres quieren evitar, pero que niños y jóvenes quieren apresurar… el primer teléfono.
Este hito vital marca, para muchos, la llegada del primer teléfono con acceso a internet de uso personal. En nuestra sociedad digital, este cambio se asocia no solo al inicio de la preadolescencia, sino también a una búsqueda de autoafirmación social y desarrollo de habilidades sociales. Sin embargo, para muchas familias, esto conlleva nuevas dificultades con las que resulta complejo lidiar.
Los niños y niñas de 12 y 13 años viven una etapa crucial en el desarrollo de su identidad, y el uso de redes sociales y videojuegos puede causarles diversos problemas de salud mentall que aún son nuevos, y la ciencia no ha logrado del todo aunar criterios al respecto. Esta etapa de transición plantea interrogantes sobre cómo impacta el mundo digital en su desarrollo y qué aspectos deben considerar tanto ellos como sus familias al iniciar el uso de teléfonos de modo personal.
El acceso a contenido inadecuado, el riesgo de desarrollar trastornos de conducta asociados al uso compulsivo o adicción o la vulnerabilidad ante el ciberacoso son riesgos que debemos tener presentes.
La necesidad de estar localizable
Una de las primeras decisiones que deben tomar los padres es si el primer teléfono debe tener o no acceso a internet. Son muchas las familias que acceden a un dispositivo para localizar a sus hijos.. Existen en el mercado teléfonos básicos que solo permiten llamar y enviar mensajes, mientras que los teléfonos inteligentes abren las puertas a un ecosistema digital vertiginoso, incluyendo redes sociales y aplicaciones de variados usos. Este último punto de acceso expone a los jóvenes a contenidos que requieren un uso criterioso y responsable, algo que en muchos casos no es real.
Para estar localizable y en contacto con la familia, es necesario cuestionarse si un dispositivo simple basta o si se necesita algo más.
El entretenimiento y las redes sociales
El entretenimiento digital ha tomado un papel central, y plataformas como YouTube, Instagram, TikTok y Twitch son altamente populares entre niños y jóvenes. Estos entornos, donde streamers e influencers generan contenido, atraen millones de visualizaciones y crean una conexión profunda con las audiencias. Precisamente, investigadores como Amy Orben, han determinado el impacto que tiene la influencia de influencers en el desarrollo de la identidad, en niños entre 11 y 13 años y en varones entre 14 y 15 años.
No existe una edad perfecta
Decidir cuándo y cómo proporcionar un teléfono inteligente depende de factores como la madurez del niño y el contexto familiar. No hay una “edad perfecta” que se aplique a todos, y la decisión debe ser reflexiva. Sin embargo, la ciencia, a partir de estudios como los que recopila Jonathan Haidt, autor del best seller Generación Ansiosa, plantea que el uso de redes sociales, por ejemplo, se retrase hasta al menos los 16 años.
Si se opta por un teléfono inteligente, es crucial implementar herramientas de control parental para regular el contenido y el tiempo de uso. No obstante, el verdadero debate no debe girar solo en torno al dispositivo, sino al acceso que se tiene y la calidad de la experiencia que se vive en torno a este. Sigue siendo una buena recomendación esperar lo más posible para entregar un teléfono con internet de uso personal.
Administrar algo que no vivimos los adultos
Establecer reglas claras y llegar a acuerdos familiares sobre el uso del dispositivo es fundamental para lograr un equilibrio entre el mundo digital y la vida real.
El problema es que, muchas veces, los mismos padres no saben cómo establecer esos límites o, bien, cómo determinar esas reglas, dado que estos temas son nuevos para ellos también.
A medida que los jóvenes maduran y demuestran mayor responsabilidad, las familias deben transitar hacia un enfoque de acompañamiento que fomente el diálogo abierto sobre el uso del teléfono personal con acceso a internet. Esto les ayudará a desarrollar un comportamiento más responsable y consciente en el mundo digital.
Sentirse parte del grupo
Uno de los temores más grandes de los padres es que sus hijos sean rechazados o queden fuera de un grupo de pares. Esto hace que las familias, anticipen a la entrega de un teléfono con internet, más por presión social que por necesidad.
El uso pedagógico que NO existe tal como se imagina
Muchos padres se sienten presionados para entregar un teléfono con internet a sus hijos, con la intención de facilitar las tareas y actividades escolares. Sin embargo,la ciencia ya ha demostrado que la sola presencia del dispositivo cerca, disminuye la capacidad de concentración y atención de manera considerable. Es entonces necesario entender que su uso pedagógico no es tal como se planteaba hace algunos años durante la pandemia. Sin duda, para apoyar las actividades académicas hay otros dispositivos más recomendables.
¿Qué se recomienda entonces…?
En lo posible, pensar en los argumentos que fundamentan la entrega de un teléfono y las necesidades que respaldan esos argumentos. Luego, es necesario evaluar si el acceso a internet es realmente necesario y determinar de qué manera se espera que se use ese dispositivo y qué reglas implicará su uso.Sin duda, una buena manera de evitar la presión social es lograr acuerdos digitales con toda la comunidad de familias del curso para, así, entregar un dispositivo con internet a la misma edad, ojalá no antes de los 14 años. Además, es importante determinar formas de acompañamiento que ayuden a promover el uso seguro y responsable del teléfono y de internet.
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